domingo, 23 de julio de 2017

Salvemos a Simón Bolívar del CULTO PALABRERO


Bolívar por Roynu
Estimados Liponautas

Mañana se cumple otro aniversario del natalicio de Simón Bolívar, El Libertador por lo que hoy compartimos este texto inédito en la red del poco conocido y siempre vigente escritor Santiago Key Ayala.

Esperamos disfruten de la entrada.


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CULTO PALABRERO

La fuerza real de los movimientos colectivos se engendra en su contenido de sinceridad. Religión, idea política, escuela literaria o de arte, nacen, se propagan, triunfan por su contenido de sinceridad, que puede resistir en los conductores del movimiento en las masas que los siguen. Por lo general, se forman en torno de una personalidad brillante y excepcional. Hombres convencidos la rodean, propagan su fama y sus modalidades. La figura principal, genésica, del movimiento, adquiere, o ya los posee, lineamientos de profeta. En el período de formación, los acentos parecen más toscos. Expresan su convicción y su fe con procedimientos rectilíneos, por líneas rudas, a las cuales falta el refinamiento. Su obra es, sin embargo, fecunda. Más tarde, otros y otros adeptos irán a buscar en ellos, los primeros, el secreto del triunfo, de su prestigio y de su poder. Los primeros son los primitivos, los apóstoles, los mártires, los precursores.



Agotado ese primer período, los siguientes se refinan. Han adquirido experiencia. Todavía, como sus antecesores, poseen fe y convicción. Aplican la convicción y la expe­riencia. El movimiento logra las manifestaciones más du­raderas y brillantes. Es lo que el maestro Taine llamó en sus críticas de arte el período central.



Después la fe disminuye. A los hombres convencidos y vigorosos suceden endebles simuladores de una fe perdida. El procedimiento, es decir, lo formal, lo exterior, sustituye al impulso franco, traductor de sentimientos y pasiones rea­les. Suenan a hueco y a falso las imitaciones y los panegíricos. Obras vacías de contenido, obras frágiles, febles y efímeras denuncian la ausencia de la vida fecunda, la decadencia, la muerte final. Se siente la necesidad de la renova­ción. Se reclama que vuelva la vida a los tejidos exánimes, la tonicidad a los nervios agotados, la energía creadora a los órganos exhaustos.



Es la hora en que las palabras no son ya representación de las ideas. De la antigua devoción no quedan sino ritos repetidos por hábito. De los viejos sueños políticos, de los fanatismos ideológicos, hasta de las rencillas partidarias, sólo hay remedos no respaldados por los impulsos del ánimo. Es la agonía del movimiento literario o artístico, del partido político, del culto religioso. Es también la hora en que los hábitos sacan provecho de las simulaciones a costa de los contados hombres de buena fe, reliquias de los devo­tos de antaño. Es la hora de los más repugnantes oportu­nismos.



Bolívar engendró en vida y ha engendrado en la muerte admiraciones delirantes. Su positiva grandeza, su pensa­miento brillante y preciso, sus vaticinios realizados, el escenario de una naturaleza locamente fecunda, la sensibilidad pasional de pueblos llamados a nueva vida, todo concurría a imponerle semblante de profeta, armado a la vez del verbo y de la espada, entrambos convincentes. Se le han consa­grado pensamientos hermosos, retratos fulgurantes, poemas y cantos; se le ha reconocido por enviado de la Providencia, se le ha hecho semidiós.



Mientras la adoración rebose de espíritus deslumbrados por la grandeza real del hombre, es legítima, aun exagerada. Ella ha dado a la literatura histórica de América pá­ginas inmortales. La respalda la sinceridad, el acento inconfundible de las francas devociones.



También ha tenido detractores, inventores y repetidores de patrañas, desautorizadas ayer por la crítica, renovadas hoy para morir y resucitar mañana; desahogos de viejas pasiones,  desquites de nacionalismos lastimados.



A la más alta crítica le está señalada tarea digna de grandes exploradores. Desbrozar el continente exuberante de variedad que es el alma de Bolívar. Quede para la impotencia mezquina el improperio de que ya no es posible decir nada nuevo sobre Bolívar, porque todo está dicho. ¡Cuántas bellas, hondas y nuevas cosas se han dicho del Libertador después de proferida la frase infeliz! Su vida intensísima se gastó en cuarenta y siete años. Se gastarán dos siglos en conocer su alma y colonizarla por completo para la Humanidad.



Entre la sincera admiración y el odio sincero, frente a la crítica proba y capacitada, se extiende una zona de indecible chatura. Es el culto palabrero. Responde, si no en el tiempo, sí en la calidad y el significado, al período de decadencia de los ideales literarios, artísticos, políticos y religiosos. Hipócrita monserga, abierta a flor de labios, sin savia de cerebro ni de corazón. Se ha precisado todo el valor con­creto del hombre para salvar al héroe de sucumbir a la inepcia de vocingleros papagallos. (sic)



Gentes alarmadas han pedido que se entierre a Bolívar tal como un grande español pidió se enterrase al Cid. Pero el muerto sería demasiado grande. Para enterrarlo faltaría la inmensa urna que pedía para enterrar sus sueños y su dolor el poeta del "Intermezzo", y para llevarla en hombros, los doce gigantes. No abundan los gigantes en estos tiempos y no se encontrarían para cargar la urna simbólica de Bolívar. Y pues no es posible enterrarlo, hagamos algo mejor y más justo. Sigamos su alto ejemplo. Exploremos su alma con honradez. Llevemos a la cuenta del hombre los errores, cuando los haya. Llevemos a la cuenta del Héroe, del Padre, el caudal de enseñanza, de grandeza, de buena fe, que en él hay. Libertemos al Libertador, que se consagró a libertarnos, de las patrañas y de las inepcias que la inconsciencia y el oportunismo quisieren amontonar sobre su nombre. Acallemos el culto palabrero. Reemplacémoslo con el culto fervoroso y silente de los devotos primitivos. Empresa para los jóvenes más jóvenes de mi país.

Fragmento de Vida ejemplar de Simón Bolívar. Tipografía Americana. Caracas1942.






SANTIAGO KEY AYALA (25 de abril de 1874 -  21 de agosto de 1959).—Nació en Caracas. Ha desempeñado importantes funciones administrativas y diplomáticas. Ha escrito ensayos históricos y críticos, bibliografías y deliciosas evocaciones de grandes figuras de nuestro pasado literario. Formado en la época del modernismo, su estilo, sin embargo, se caracteriza por la sobriedad, la claridad y la concisión.


Obras: Bajo el signo del Avila. Edición de la Goberna­ción del Distrito Federal. Caracas.


Vida ejemplar de Simón Bolívar. Tipografía Americana. Caracas, 1942.



Tomado de:


Lecturas para jóvenes venezolanos. Selección, Prologo y Notas de Arturo Uslar Pietri. Cuarta Edición. Ediciones Edime. 1959.




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