lunes, 3 de abril de 2017

Fernando Iwasaki, escritor: "Un obrero andaluz vive infinitamente mejor que un burgués venezolano":




Estimados Amigos

El Grupo Li Po les ofrece hoy una nueva entrevista. En esta ocasión el entrevistado es Fernando Iwasaki, una de las personalidades más desbordantes y atractivas que habita en la inmensidad de la cultura hispana. Nacido en Perú y de ascendencia muy variada (proveniente de familia japonesa, ecuatoriana e italiana), desde hace una treintena larga de años vive en España, gozando de doble nacionalidad.

   

Este origen tan diverso otorga a Iwasaki una visión multifacética de la vida, complementada por años de docencia universitaria, tanto en Historia, Ciencias Políticas o Literatura Hispánica. Historiador, periodista, gestor cultural y novelista, ante todo él se define como escritor. Su estilo habilidoso y brillante, siempre con un toque irónico, hace de todos sus escritos algo único.

   Los títulos de sus obras son un claro ejemplo de esa capacidad para subyugar al lector ya desde el inicio, al primer contacto visual. “Mi poncho es un kimono flamenco”, “RePublicanos”, “Libro de mal amor” o “Una declaración de humor” son algunos ejemplos que muestran su talento. Sabe atrapar al lector al vuelo, avanzándole los placeres ocultos en la lectura.



   No es de extrañar que en la siguiente entrevista Iwasaki se muestre un analista certero. Haciendo gala de un humor agudo e inteligente, el escritor hispano-peruano sabe diseccionar muy bien la compleja sociedad española de hoy en día. Sus palabras no tienen desperdicio alguno, muestran una realidad, entre jocosa y terrible, de la idiosincrasia hispana. Y por extensión, también de la América Latina. Sin duda nos ofrece una visión acertada que, tras soltar la carcajada, nos obligará a reflexionar.

   Un ejercicio en extremo estimulante el que sigue a continuación. Es un placer dejarles con la interesante entrevista a Fernando Iwasaki que el periodista Daniel Ramírez ha efectuado en el diario “El Español”. Seguro que su lectura no les dejará indiferentes; la risa y la reflexión están garantizadas.



                                                                                                                Joan Antoni Fernández.


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"El sectarismo es tan grande que muchos prefieren un corrupto en casa que cambiar de casa"

"Los futbolistas tienen más influencia en la política española que los intelectuales"

"Deberíamos pensar en implantar un Servicio Solidario Obligatorio para los jóvenes".


Fernando Iwasaki es escritor, ensayista y narrador. Fernando Ruso



DANIEL RAMÍREZ  @danielramirez99


26.03.2017       
   
Lo de Iwasaki sonó en España mucho antes de que el sushi asaltara las avenidas. Fernando (Lima, 1961) vive en Sevilla desde hace más de treinta años. Aunque se confiesa del Betis, enamorado de aquello del “manque pierda”, su palmarés es de Champions: varios relatos distinguidos y ganador del premio Don Quijote al mejor artículo periodístico en lengua española. A diario, profesor de la Universidad Loyola Andalucía.

Ateniense y poliédrico, disfruta de varias primeras personas. Su «yo» se ajusta a Andalucía, España, Europa, Perú, Latinoamérica, Asia… Predica con el ejemplo. Resfriado, bebe una pastilla parida en Estados Unidos disuelta en un Vichy catalán. Con el sol de mediodía inquieto en la ventana, se dispone a hablar de España, ese país donde triunfa “el conocimiento del placer” por encima del “placer del conocimiento”. De ahí que el reconocimiento se valore más que el conocimiento. Ojo, “que no es lo mismo ni se consigue igual”. Sobra decir que un juego de palabras le hipnotiza a ritmo de cajón flamenco.


Aunque la temperatura a la orilla de la estación de Santa Justa calza casi tantos grados como en primavera, los estornudos obligan a Iwasaki: camisa, jersey de cuello alto y americana. Cebolla de muchas capas, tantas como culturas ha abrazado este escritor, ensayista, narrador…

Una vez dijo que España “fue un país minusválido en términos de modernidad”.

Sí, pero me refería a todo el mundo hispánico. Es la tesis de Claudio Véliz, un historiador chileno que afirmó que la Modernidad nació por la acción de cuatro factores: la desaparición del feudalismo, la reforma religiosa, las revoluciones burguesas y la revolución industrial. España no tuvo nada de eso. Además, la Ilustración fue sólo testimonial. Octavio Paz lamentó la inexistencia de una Modernidad latinoamericana en su «Laberinto de la soledad» y la asoció a la ausencia de la Modernidad en España. Recordemos que Unamuno dijo: “Antes que ser europeo moderno prefiero ser africano a la antigua, como san Agustín”.



En marzo de 2017, ¿seguimos minusválidos en ese sentido?

No, eso ya no se puede sostener. Lo prueba la Transición, una expresión de modernidad que nos ha sido muy útil en América Latina, aunque muchas veces no queremos admitirlo porque los hispánicos tenemos una pulsión que nos lleva a recrearnos en nuestras miserias.

Varios estudios constatan aquello de que la opinión de los españoles sobre sí mismos es peor que la que expresan los extranjeros. ¿Por qué?

Bismark lo clavó: “España es una nación muy fuerte y poderosa. Lleva siglos tratando de autodestruirse y no lo consigue”. Eso encierra muchas verdades. Así, aunque España no vivió las dos guerras mundiales, padeció la suya propia. Creo que muy pocos países podrían recuperarse de algo así, pero es cierto que somos demasiado severos con nosotros mismos. A cualquier latinoamericano residente en España le consta que la crisis española no tiene nada que ver con la de sus propios países y que aquí existe un amplio abanico de posibilidades de recuperación gracias a que formamos parte de la Unión Europea. Eso no ocurre en Guatemala o Ecuador.

Pero, ¿qué nos lleva a flagelarnos?

Quizá la tradición católica. Los discursos de la resignación, la expiación, el sacrificio y la maceración forman parte de nuestra mentalidad. Nuestra cultura no fue laica hasta el siglo XX y tal vez en esa pulsión por refocilarnos con nuestras vergüenzas haya mucho de esa mirada severa que nos aportó el pensamiento cristiano. Quede claro que no quiero decir que lo cristiano sea sinónimo de estar constantemente reprochándose, pero la idea del «no soy digno» forma parte del sentido cristiano malentendido.



“España se jodió cuando echamos a los erasmistas”, apuntó en su ensayo «RePublicanos».

Sí, la jodimos cuando expulsamos a los erasmistas. Nos habría enriquecido llevar a cabo la Reforma que proponían al mismo tiempo que el luteranismo y el calvinismo prosperaban en otros países. Erasmo no fue un disidente, compartía ciertas cosas con la jerarquía romana. Su visión y su sentido ético nos habrían empujado a la Modernidad. Erasmo fue la posibilidad de modernizarse sin dejar de ser cristiano.

Traduzca, por favor. ¿Quiénes eran los erasmistas y qué querían traer a España?

Las doctrinas erasmistas estaban presentes desde Cervantes hasta fray Luis de León. También en el núcleo de sacerdotes que trabajó en la traducción de la Biblia del Oso. Eran intelectuales, un grupo de personas lúcidas impregnadas del mejor humanismo europeo, desde Erasmo hasta Montaigne. Y no olvidemos algo: Erasmo formaba parte del mundo hispánico, pues estaba en Flandes cuando aquella región engrosaba el reino de España. Pensemos en el gran estudio de Marcel Bataillon.

Hemos hablado de aquello a lo que llegamos tarde. ¿Qué nos estamos perdiendo ahora?

La reconciliación: perdonarnos y beneficiarnos del consenso. Me llamó mucho la atención cómo durante 2016 no fuimos capaces de formar Gobierno. En el Perú, en cambio, Keiko Fujimori compitió en segunda vuelta contra Kuczynski, quien recibió el apoyo explícito de Verónica Mendoza, que encabezaba una amplia plataforma de izquierdas. Lo interesante, además de las reglas del juego, fue que los votantes de izquierdas -en la intimidad- fueron capaces de prestar su voto a un señor que no representaba sus ideas. Si eso ocurriera en España, perdonar sería más fácil.



¿Implantaría la segunda vuelta electoral en España?

Desde luego, así dejarían de tener sentido las trifulcas entre los partidarios del gobierno de la lista más votada y los partidarios de los pactos entre minorías parlamentarias.

Llegamos tarde al consenso a pesar de que Mariano Rajoy sale mucho a andar…

El consenso no es sólo que los políticos se visiten. ¡Está en su sueldo que lo hagan! Como ciudadano, espero que se vean mucho. Pero lo que ocurre en las altas esferas del poder es un fiel reflejo de lo que pasa a nivel popular: familiares que se retiran la palabra porque piensan distinto… Eso es lo terrible. Buscamos motivos para dividirnos. ¡Los españoles nunca dejan pasar una oportunidad para pelearse entre ellos!

Como profesor, ¿aprueba a Rajoy?

Si su objetivo era evitar que España fuera rescatada, quizá merezca el aprobado. Pero prometió bajar los impuestos y no lo ha hecho. Quienes deberían evaluar a Rajoy son sus votantes. Yo no le voté, así que no soy el más cualificado para aprobarlo.



¿En qué ha fallado el actual presidente del Gobierno?

Quizá no haya fallado si sólo se tienen en cuenta los intereses de su partido. Echo en falta que su discurso integre, que sea capaz de hacerle sentir a un catalán y a un andaluz que ambos están en el mismo barco. La mayoría de los políticos sólo habla para los suyos. Todo son arengas y soflamas para conseguir el aplauso fácil. Lo difícil es preparar un discurso orientado a persuadir al adversario. En eso Rajoy suspende y también los presidentes anteriores.

¿Todavía debemos lamentar la abolición de la Constitución de Cádiz?

Admitió la igualdad de indios y criollos, pero marginó a los negros, mulatos y libertos. Dicho esto, fue una buena Constitución para su época. Habría sido bonito que se hubiera mantenido y progresivamente enmendado, en lugar de entregarnos a una promulgación masiva de constituciones.

Suele citar a Julio Camba, que dijo: “No tenemos sentido constitucional”.



Sí, lo escribió a propósito de Inglaterra, que no tiene Constitución ni falta que le hace. Me gustaría recomendar un artículo de Camba a los lectores de EL ESPAÑOL: «El tren de Villagarcía». Cuenta cómo, en plena II República, decenas de personas esperaban un tren que llegaba tarde porque era lento, antiguo e impuntual. Cuando recaló en la estación, los gritos de enfado no fueron por el retraso, sino porque en la locomotora decía «Alfonso XIII». ¿No parece escrito ayer? Por cierto, leo en varios sitios que la Nueva Crónica en español es la que se hace en América Latina siguiendo la estela del New Yorker. No lo comparto. Siempre han existido excelentes cronistas españoles: Camba, Chaves Nogales, Fernández Flórez…

Albert Rivera, en el congreso refundacional de Ciudadanos, gritó: “Los liberales de Cádiz hemos vuelto para gobernar”. ¿Se lo cree?

No. Ciudadanos no me parece un partido liberal, en absoluto. En Andalucía sostienen a Susana Díaz, cuyas políticas fiscales son todo lo contrario. Rivera cumple una función de contrapeso interesante, pero creo que para poder ejercerla de manera más eficaz debería entrar en los mismos gobiernos que sostiene.

Usted apoyó a Unión Progreso y Democracia (UPyD) ¿Lo sigue haciendo?

Fernando Savater es una persona admirable. Su presencia fue una de las razones por las que milité en UPyD. Si estaba Fernando, tenía que ser algo positivo y bienhechor. El grupo fundador fue magnífico, luego se fue diluyendo, pero la herencia de UPyD es que hoy conocemos el escándalo de las tarjetas black y nos consta que la salida a bolsa de Bankia contravino los informes de los peritos. Aquello ya justifica la existencia de UPyD, aparte de que no tuvimos ningún caso de corrupción y de que nadie nos avergonzó.

Muchos de sus compañeros viajaron a Ciudadanos. ¿Lo hará usted?

No he votado a Ciudadanos, aunque no descarto hacerlo en un futuro. Las elecciones deberían ser un menú. Yo reivindico que cada uno pueda cambiar su voto en función de las circunstancias y de las propuestas.



¿La caída de UPyD constata que los intelectuales no tienen cabida en la política española?

Actualmente los chefs y los futbolistas tienen más influencia que los intelectuales y es un hecho que los políticos prefieren otros compañeros de viaje. En España, los representantes del pensamiento y la escritura la tuvieron. Ahí estuvo la Generación del 27. También durante el franquismo hubo intelectuales próximos al poder. Quiero recordar que en los gobiernos de Felipe González, Semprún y Maravall estuvieron en primera línea. Esto no volverá a ocurrir en mucho tiempo, pero no significa que haya desaparecido para siempre.

¿Lo de Podemos es revolución?

Ya lo vimos en América Latina en los 70 y los 80. Podemos me transmite un «déjà vu» evidente.

Desde su perspectiva latinoamericana. ¿Los considera chavistas?

Tienen muchos tics bolivarianos. Se inhiben de votar contra el chavismo en Madrid o Bruselas, pero no presumen de bolivarianos, acaso porque a ellos mismos les avergüence apoyar a un régimen que mata de hambre a sus ciudadanos y encarcela a la oposición. Dicho esto, la revolución bolivariana no tiene ninguna posibilidad de influir en Europa porque es alicorta y necesita que haya pobreza para entronizarse. De hecho, un jornalero andaluz vive infinitamente mejor que un burgués venezolano.



¿Han abandonado el marxismo?

Podemos todavía defiende varios de los objetivos del Manifiesto Comunista. Por otro lado, su forma de concebir la relación entre el poder y la sociedad es intrínsecamente marxista. Son lectores de Gramsci -manejan los conceptos de poder y hegemonía-, pero sobre todo de Ernesto Laclau.

En uno de sus ensayos, dice: “Si Marx despertara, se escandalizaría de los sueldos de algunos marxistas”.

Sí, aunque ser marxista y tener un buen sueldo no tiene por qué ser contradictorio. Probablemente lo sea más tener un buen sueldo y ser católico, por aquello de “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de los cielos”. En realidad, Marx tomó del cristianismo el discurso de la pobreza. El problema no es el sueldo, sino cuando desde esa condición privilegiada te arrogas la defensa de los que no son como tú y señalas como culpables y responsables de la desigualdad a los que sí son como tú.


Ha ahondado en “la tradición mercantilista de los partidos”, “la gestión del patrimonio en perjuicio del otro”. ¿Es eso el germen de la corrupción en España?

Durante la Reconquista y durante toda la etapa de los virreinatos, los puestos públicos en España y sus colonias estaban en venta. Los sueldos eran tan malos, que se asumía como natural que los funcionarios recuperaran su «inversión» ejerciendo sus tareas. A Cervantes no le dieron el cargo de corregidor que pedía porque no tenía dinero para pagarlo. Por lo tanto, si lo legal era comprar un puesto, eso no era corrupción. Sin embargo, la corrupción nació de los abusos, las arbitrariedades y las injusticias perpetradas en el uso de esos cargos. Y así llegamos a nuestros días, con una tradición «mercantilista» que intercambia prebendas por privilegios y donde los partidos y los individuos que forman Gobiernos se apoderaban de las instituciones del Estado y lo gestionan como si fuera un patrimonio exclusivo. Corrupción también es convertir en interés general cualquier cosa susceptible de ser aprobada por una mayoría parlamentaria.



¿Por qué la corrupción no pasa factura en España? Rajoy ha ganado dos elecciones seguidas, aumentando la distancia en las últimas. González salió victorioso en 1993.

El sectarismo es tan grande, que a la hora de votar muchos prefieren tener a un corrupto en casa, antes que cambiar de casa. No se me ocurre otra explicación.

¿A qué se refiere cuando anota que la libertad y la igualdad “son incompatibles” en España?

En España y en todo el mundo. Son dos valores extraordinarios que han chocado a lo largo de la historia. La gestión de la igualdad y la libertad ha ido diferenciado a los partidos a la hora de situarse en el eje izquierda-derecha. No es que los que defiendan una cosa quieran eliminar la otra, pero si quieres ser completamente igualitario debes sacrificar parcelas de libertad y viceversa. Es un debate que no va a terminar jamás. Lo ideal es la combinación, aunque para mí ser libres nos hace iguales, pero ser iguales no supone necesariamente que todos seamos libres.

También advierte que se aplauden la mayoría de campañas envueltas en un halo de igualdad y, en cambio, se vilipendia al que va por libre. ¿Eso significa que España es un país de izquierdas?

En realidad no veo una gran diferencia entre las políticas del PP y las del PSOE. Ambas son socialdemócratas. Lo digo sin acritud. El sistema fiscal es un claro ejemplo.

¿Incluye el nacionalismo en el concepto de tribalismo?

Cuando queremos ser despectivos, empleamos palabras de las que luego nos arrepentimos. No diría que el nacionalismo es un ejemplo de tribalismo, pero sí opondría esta ideología a lo siguiente: yo no podría ser nacionalista peruano porque también me siento español, pues llevo aquí más de treinta años. Al mismo tiempo, también puedo presumir de ser latinoamericano y europeo. Y por último, como tengo ascendencia japonesa, Asia me concierne. Por lo tanto, el nacionalismo es una forma de estar en un mundo y no en el mundo, que felizmente es más diverso. Un nacionalista se puede sentir rico porque le basta con su mundo y cree que no necesita otros. A mí me ocurre todo lo contrario: me siento rico por mi diversidad.



¿Entonces?

Hay un texto de Tucídides en «La Guerra del Peloponeso», donde Pericles se dirige a los atenienses durante unos funerales. Les dice que los espartanos viven encerrados en sí mismos y no quieren saber nada de las otras polis. En cambio, elogia a los atenienses por ser ciudadanos capaces de disfrutar de los bienes y las culturas ajenas como si fueran las suyas propias. Para mí, esos son los dos modelos: Atenas o Esparta. Todos los nacionalismos son espartanos.

Alguna vez ha mencionado que le gustaría un «Servicio Solidario Obligatorio» en España, una especie de mili.

El Servicio Militar Obligatorio permitía a muchos jóvenes conocer su país. Eras de Canarias y te tocaba servir en Jaca. Había una convivencia efectiva y afectiva con gente de otros lugares y de extracciones sociales muy distintas. Así, el hijo del notario andaluz se hacía amigo del hijo del fontanero vasco. Era muy positivo y no tengo empacho en decirlo. Hoy en día, muchos jóvenes se van de Luna de Miel a las Islas Mauricio, pero no conocen España. Escuchan hablar de Cataluña o el País Vasco y les da igual. Por otro lado, tenemos una Ley de Dependencia promulgada y sin dotación económica, cientos de inmigrantes llegan a nuestras costas en situaciones deplorables y miles de ancianos aguardan la muerte en la más absoluta soledad, por no hablar de los niños en los orfelinatos… Deberíamos planteárnoslo. Contribuiría a vertebrar el país. Y si en este servicio los jóvenes reciben formación para poner inyecciones, acompañar a mujeres maltratadas en las casas de acogida o leer en alta voz en una residencia de la tercera edad… Me parecería estupendo. Si un hijo mío tuviera que cumplir con este Servicio Solidario Obligatorio, estaría muy orgulloso.



Los cuentos son una de sus especialidades. ¿Un título para el relato de la España que nos toca?

Me gusta el de la novela de Fernando Aramburu: «Patria». Y aunque «Patria» significa la "tierra de los padres", la "tierra de los hijos" todavía carece de sustantivo en cualquier lengua.
Ese sustantivo es España para mí.

Tomado de El Español

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Joan Antoni Fernández nació en Barcelona el año 1957, actualmente vive retirado en Argentona. Escritor desde su más tierna infancia ha ido pasando desde ensuciar paredes hasta pergeñar novelas en una progresión ascendente que parece no tener fin. Enfant terrible de la Ci-Fi hispana, ha sido ganador de premios fallidos como el ASCII o el Terra Ignota, que fenecieron sin que el pobre hombre viera un céntimo. Inasequible al desaliento, ha quedado finalista de premios como UPC, Ignotus, Alberto Magno, Espiral, El Melocotón Mecánico y Manuel de Pedrolo, premio éste que finalmente ganó en su edición del 2005. Ha publicado relatos, artículos y reseñas en Ciberpaís, Nexus, A Quien Corresponda, La Plaga, Maelström, Valis, Dark Star, Pulp Magazine, Nitecuento y Gigamesh, así como en las webs Ficción Científica, NGC 3660 y BEM On Line, donde además mantenía junto a Toni Segarra la sección Scrath! dedicada al mundo de los cómics. Que la mayoría de estas publicaciones haya ido cerrando es una simple coincidencia... según su abogado. También es colaborador habitual en todo tipo de libros de antologías, aunque sean de Star Trek ("Últimas Fronteras II"), habiendo participado en más de una docena de ellas (Espiral, Albemuth, Libro Andrómeda, etc.). Hasta la fecha ha publicado siete libros: "Reflejo en el agua", "Policía Sideral", "Vacío Imperfecto", “Esencia divina”, “La mirada del abismo”, “Democracia cibernética” y “A vuestras mentes dispersas”. Además, amenaza con nuevas publicaciones. Su madre piensa que escribe bien, su familia y amigos piensan que sólo escribe y él ni siquiera piensa.
      
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                                                                                                        Actualizada el 02/03/2024


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