miércoles, 19 de marzo de 2014

Sobre el serio, angustioso y argentino predicamento de encabezar una carta

por Julio Cortázar



Julio Cortazar. Caricatura de Julio Ibarra


Estimados Amigos

Hubo una época lejana, un tiempo heroico anterior a esta era de inmediatez digital. Un tiempo donde se podía sopesar el peso de los acontecimientos sosteniendo largas conversaciones, sin teclas suaves y sin emoticones, con uno mismo. Una época donde lo analógico primaba en tu vida y podías prever con cierto grado de fiabilidad las consecuencias de ciertas decisiones cotidianas. Para algunos era una vida más sencilla en donde se añoraba un futuro muy diferente de nuestro presente.




La dorada era predigital poseía un sabor peculiar y varias ventajas aunque a muchos ahora le pareciera lleno de desventajas mastodónticas. Algunas avezados crononautas llegados a nuestra época dirán que fue un mejor tiempo pero que conllevaba también sus tareas de gran peso. Uno de las grandes y dificiles tareas de ese periodo era la de hacer cartas para poder comunicarse a la distancia a través del correo postal. Mas de uno se preguntara extrañado que es eso. El correo postal no era mas que un sistema de intercambio de información en paquetes tangibles llamados cartas. Estas circulaban de manera analógica a través del espacio físico entre un punto de salida llamado remitente y un punto de llegada llamado destinatario. Era un sistema lento comparado con los estándares comunicacionales de hoy pero era bastante efectivo. Si se entornan un poco los ojos podremos ver que este sistema y la llamada red  de redes son variantes de la misma tonada.
 




Ya habíamos comentado que la redacción de una carta era una labor compleja pero dentro de esa tarea la actividad más pesada era la de lograr el encabezado adecuado. Esta labor en algunos lugares como la antigua Argentina llegó a considerarse un serio quebradero de cabeza. Quien sabe cuantas aplopejias causó la duda metódica de escoger las palabras correctas para el encabezamiento apropiado.

Esperamos disfruten de la entrada



Richard Montenegro


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Grave problema argentino:

Querido amigo, estimado, o el nombre a secas 

Usted se reirá, pero es uno de los problemas argentinos más difíciles de resolver. Dado nuestro carácter (problema central que dejamos por esta vez a los sociólogos) el encabezamiento de las cartas plantea dificultades hasta ahora insuperables. Concretamente, cuando un escritor tiene que escribirle a un colega de quien no es amigo personal, y ha de combinar la cortesía con la verdad, ahí empieza el crujir de plumas. Usted es novelista y tiene que escribirle a otro novelista; usted es poeta, e ídem; usted es cuentista. Toma una hermosa hoja de papel, y pone: "Señor Oscar Frumento, Garabato 1787, Buenos Aires." Deja un buen espacio (las cartas ventiladas son las más elegantes) y se dispone a empezar. No tiene ninguna confianza con Frumento; no es amigo de Frumento; él es novelista y usted también; en realidad usted es mejor novelista que él, pero no cabe duda de que él piensa lo contrario. A un señor que es un colega pero no un amigo no se le puede decir: "Querido Frumento." No se le puede decir por la sencilla razón de que usted no lo quiere a Frumento. Ponerle querido es casi lascivo, en todo caso una mentira que Frumento recibirá con una sonrisa tetánica. La gran solución argentina parece ser, en esos casos, escribir: "Estimado Frumento." Es más distante, más objetivo, prueba un sentimiento cordial y un reconocimiento de valores. Pero si usted le escribe a Frumento para anunciarle que por paquete postal le envía su último libro, y en el libro ha puesto una dedicatoria en la que se habla de admiración (es de lo que más se habla en las dedicatorias), ¿cómo lo va a tratar de estimado en la carta? Estimado es un término que rezuma indiferencia, oficina, balance anual, desalojo, ruptura de relaciones, cuenta del gas, cuota del sastre. Usted piensa desesperadamente en una alternativa y no la encuentra; en la Argentina somos queridos o estimados y sanseacabó. Hubo una época (yo era joven y usaba rancho de paja) en que muchas cartas empezaban directamente después del lugar y la fecha; el otro día encontré una, muy amarillita la pobre, y me pareció un monstruo, una abominación. ¿Cómo le vamos a escribir a Frumento sin identificarlo (Frumento) y luego calificarlo (querido/estimado)? Se comprende que el sistema de mensaje directo haya caído en desuso o quede reservado únicamente para esas cartas que empiezan: "Un canalla como usted, etc.", o "Le doy 3 días para abonar el alquiler", cosas así. Más se piensa, menos se ve la posibilidad de una tercera posición entre querido y estimado; de algo hay que tratarlo a Frumento, y lo primero es mucho y lo segundo frigidaire. 



Variantes como "apreciado" y "distinguido" quedan descartadas por tilingas y cursis. Si uno lo llama "maestro" a Frumento, es capaz de creer que le está tomando el pelo. Por más vueltas que le demos, se vuelve a caer en querido o estimado. Che, ¿no se podría inventar otra cosa? Los argentinos necesitamos que nos desalmidonen un poco, que nos enseñen a escribir con naturalidad: "Pibe Frumento, gracias por tu último libro", o con afecto: "Ñato, qué novela te mandaste", o con distancia pero sinceramente: "Hermano, con las oportunidades que había en la fruticultura", entradas en materia que concilien la veracidad con la llaneza. Pero será difícil, porque todos nosotros somos o estimados o queridos, y así nos va. 




Fuente: "La vuelta al día en ochenta mundos" de Julio Cortázar, publicado en 1967 por Siglo XXI.



Tomado de Revista de Artes



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Richard Montenegro. Perteneció a la redacción de las revistas Nostromo y Ojos de perro azul; también fue parte de la plantilla de la revista universitaria de cultura Zona Tórrida de la Universidad de Carabobo. Es colaborador del blog del Grupo Li Po: http://grupolipo.blogspot.com/. Es autor del libro 13 fábulas y otros relatos, publicado por la editorial El Perro y la Rana en 2007 y 2008; es coautor de Antología terrorista del Grupo Li Po publicada por la misma editorial en 2008 y en 2014 del ebook Mundos: Dos años de Ficción Científica editado por el Portal Ficción Científica. Sus crónicas y relatos han aparecido en publicaciones periódicas venezolanas tales como: el semanario Tiempo Universitario de la Universidad de Carabobo, la revista Letra Inversa del diario Notitarde, El Venezolano, Diario de Guayana; en las revistas electrónicas hispanas Alfa Eridiani, Valinor y Gibralfaro, Revista de Creación Literaria y de Humanidades de la Universidad de Málaga y en portales o páginas web como la española Ficción Científica, la venezolana-argentina Escribarte y la colombiana Cosmocápsula.




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